lunes, 26 de septiembre de 2016

SAN MARTÍN, UN INTERROGANTE


Por Cristián Rodrigo Iturralde


       San Martín puede significar una influencia y símbolo positivo para las nuevas generaciones argentinas y americanas en general, hoy, a 200 años de consumada nuestra independencia, y habiendo obtenido legitimidad de ejercicio como nación. Si nos guiáramos por lo que se cree que fue, entonces sin dudas que el denominado Libertador de América se presenta como un hombre a reivindicar, máxime en estos tiempos de orfandad intelectual, desinterés patriótico, refulgente inmoralidad, venerado inmanentismo, desmesurada exaltación relativista y furibundo anticristianismo.

       Pero mal haremos en engañarnos en tan delicado asunto. Por más antipático que pueda resultar, por más consciencias y corazones que se constriñan, la verdad debe prevalecer ante todo. Y lo cierto es que –lo adelantamos- existen innegables y sugestivos claroscuros en su accionar político, y más de una cuestión de otro orden atendible de alguna consideración, que llevan a empañar aquella impoluta y angelical imagen signada desde vetustos textos escolares y algunas líneas de pensamiento.

viernes, 9 de septiembre de 2016


PRÓLOGO

1492: Fin de la barbarie y comienzo de la civilización en América. Tomo II



        El autor me ha pedido que prologue el presente libro, continuación de aquel 1492. Fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América, publicado exitosamente hace apenas dos años.

        Debo decir que ha sido de un enorme fruto su lectura pues, amén de estar redactado didácticamente para nosotros, los poco-lectores del siglo XXI, se encuentra cuidadosa y apabullantemente documentado, conforme a las autoridades más sobresalientes en la materia.

        Y ha sido un placer corroborar, a lo largo de sus páginas que los hijos que hoy habitamos estos pueblos americanos hemos ido con el tiempo y luego de mucho trabajo, adquiriendo las virtudes de nuestros antepasados y quitándonos poco a poco el yugo que el conquistador español había traído con “la cruz y la espada”. Quiérase o no, cada día que pasa y según el progreso que marca la historia, nos encontramos más cerca de aquella idílica civilización que fue la precolombina, espejo donde debemos mirarnos y fuente de toda razón y justicia.

        Es a partir de la lectura del presente libro, que uno termina de despojarse de aquella vetusta concepción cristiana y occidental que se nos impuso desde Colón y que choca a diario contra nuestro ADN precolombino al cual volvemos una y otra vez según el orden preestablecido.
        Ha sido un gozo el corroborar que en tiempos antiguos, aquí se hacían, al igual que ahora, perforaciones corpóreas, deformación de nuestros miembros, e incluso lobotomías y lavados de cerebro. El piercing, el tatuaje y la mutilación que hoy toda persona civilizada practica, no son sino la prueba de ello.
Y ha sido un placer el saber que la prostitución, la promiscuidad sexual, la embriaguez y otras virtudes endémicas de aquellos hombres, subsistieron con el tiempo, derrotando lo que ni curas ni monjas pudieron hacernos olvidar. ¡Ni qué hablar de la teoría del género! ¡Si raritos somos todos hoy! ¿Quién hubiera pensado que la homosexualidad y el travestismo ya eran prácticas comunes voluntarias o involuntarias? Hoy no hacemos otra cosa que volver a los orígenes.

        La pedofilia indígena que el autor se encarga de narrar, deberá ser bien entendida pues aún no hemos llegado a aquel grado de entendimiento humano; se trataba simplemente de una amorosa clase práctica de educación sexual, sin los tabúes que luego occidente traería. Lo mismo habría que decir de la zoofilia practicada por nuestros mayores: eran simplemente pet friendly.

        En cuanto a los alucinógenos y enemas rectales ampliamente difundidos, hoy podemos decir que hemos vuelto a ellos, aunque con métodos más profilácticos y menos placenteros, mal que nos pese. Y sobre la perforación o agrandamiento del miembro viril masculino o la ablación femenina involuntaria, no puede negarse que nos encontramos más avanzados. Es que en la actualidad, cuando hemos logrado dejar de pensar con la cabeza para dar lugar a nuestros genitales, resulta hermoso el saber que uno puede ya aparearse con quien desee sin aquel complejo de la fornicación española del “uno con una” y “una con uno”.

        Sí debemos alertar al lector que, al llegar el capítulo referido a la mujer indígena, podrá quizás alguno pensar que no hemos avanzado demasiado; no es así. La utilización femenina, la denigración de la mujer y la esclavización sexual, se dieron como una propedéutica de nuestros ancestros para que hoy nosotros, pudiésemos luchar por sus derechos. Pues, ¡sin abusos no hubiesen existido las marchas feministas! Todo estaba pensado.

        Respecto a los sacrificios humanos y a las prácticas genocidas que el autor nos narra, no habrá que entenderlas según nuestros estereotipos: eliminar poblaciones enteras era sólo control demográfico o selección natural, para lo que ayudaba tanto el canibalismo como la antropofagia que deberían volver poco a poco, especialmente contra algunos católicos-fachistas que aún nos resistimos a toda clase de intolerancia anti-intolerante.

        Vaya entonces nuestra felicitación al autor que ha tenido la valentía de encarar uno de los tantos temas históricamente incorrectos.

P. Javier Olivera Ravasi
4/09/2016