sábado, 23 de enero de 2016

La hecatombe naranja -Holanda: La hija dilecta de Herbert Marcuse-

La hecatombe naranja

-Holanda: La hija dilecta de Herbert Marcuse-


Por Cristián Rodrigo Iturralde

        Holanda, sabemos, se ha erigido hace décadas en cuna del progresismo mundial y en la campeona del relativismo moral; arquetipo de las naciones auto intituladas ¨modernas¨, de ¨vanguardia¨; ¨humanistas¨. Por antonomasia, la tierra del gran duque de Alba se ha convertido en destino y referencia obligada tanto de la seudo intelectualidad de salón (y sedicentemente rupturista) como del contestatario de a pie, de barricada. Digamos mejor, de todo aquel que ingenuamente, creyendo estar alejado del ¨political correctness¨, busca desesperadamente un mote que le haga olvidar por un instante su monolítica existencia y lo eleve –al menos por un segundo- al nunca mejor estimado pedestal de ¨hombre kool¨. Una retórica meramente pour la gallerie que raramente logra una coherencia en la praxis; pues quiera o no -y muy a su pesar-, el libertario no tiene cara de sambenito sino de verdugo rentado por el poder fáctico de turno; sórdido y sombrío ejecutor que no cede ni ante la evidencia empírica ni a sólidos argumentos de tenor humanitario (cuales se jacta de defender).

Evidente  y ¿paradójicamente?, el otrora vitoreado Kant les ha quedado incomodo y obsoleto conforme iba avanzando la ciencia. La desprolija y excesiva utilización de sofismas y absurdos los ha dejado tan expuestos que actualmente, como nunca antes, necesitan imperiosamente del andamiaje o corpus jurídico para imponerse; urgen de los medios que tanto criticaron al ancien regime: la persecución y criminalización ¨del otro¨, del ¨distinto¨, del ¨disidente¨. Creo que ésta es la mejor prueba del inevitable fracaso de su empresa, o al menos, de la fragilidad e irracionalidad de la misma. Algo que, por cierto, ya presagió el tan citado y poco leído Ortega y Gasset cuando advertía que ¨el relativismo es una teoría suicida, pues cuando se aplica a sí misma se mata. La mayoría de las veces el relativismo es una especie de pose académica; una cómoda evasión de la realidad¨ (sin dudas hay mucho de chic en estas posturas, como veníamos refiriendo).

            Pues en los tiempos que corren, lo verdaderamente revolucionario (en su sentido estricto), lo verazmente contracorriente, es defender y promulgar los valores trascendentes y verdades inconcusas; realizar casuística, evitar los argumentos falaces, realizar distinciones; discernir, descartar: pensar. Lo viril en nuestros días es estar dispuesto a expresar una opinión oportuna e inoportunamente, aun al costo del ostracismo al que nos someterá de seguro la condena social que trae aparejada el ¨Pensamiento Único¨ y sus escribas (¨mercaderes del pensamiento manufacturado¨, en ajustada definición de nuestros grandes maestros).