miércoles, 28 de diciembre de 2016

PEDRO VARELA, un hombre extraordinario

Para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada

Edmund Burke


Durante toda la historia conocida la humanidad ha sabido de tiempos álgidos y oscuros, pero siempre, sin excepción, se le ha regalado un puñado de hombres decididos, viriles, de arquetipos, capaces de cualquier privación y esfuerzo para librar el Buen Combate y enseñar con el ejemplo a resistir los embates de la pluriforme iniquidad. Hombres que lo han dado todo en beneficio de su comunidad y en pos de la Verdad, engendrando con su conducta nuevas generaciones de tercios y estoicos. 

El mal y el sufrimiento –aunque algunos no quieran entenderlo- tienen una utilidad y un sentido, y es probar la valía de cada uno en el paso de esta vida. Con libre albedrío, y tomando sus propias decisiones, va formando cada cual su derrotero. No podríamos apreciar la paz si no conociéramos los efectos devastadores de la guerra (aunque en ciertos casos la guerra puede hacerse para preservar o recuperar la paz). No podríamos admirar la belleza, el bien y el esfuerzo –y el valor de las cosas- si todo nos fuera dado gratuitamente. No podríamos valorar el coraje y la libertad, ni seríamos capaces de separar la paja del trigo, si este fuera el mundo que pretenden los utópicos pacifistas.

La vie est belle, como dicen, pero también es una lucha constante del ser humano contra los bajos instintos y su congénita y natural inclinación hacia el mal (estado reversible, por cierto). En origen y esencia, todos los hombres son iguales. Pero son sus decisiones durante el transcurso de su existencia que separa a unos de otros, poniendo a cada uno en su justo lugar.