jueves, 8 de noviembre de 2018

PERÓN Y LA MASONERÍA


Por Cristián Rodrigo Iturralde

“Se recomienda que todos los hermanos y los cuerpos subordinados cooperen, en todas las ocasiones que se presenten, con las actuales medidas de gobierno (peronista)”.
*Carta de la masonería regular de Argentina a sus acólitos 

“Es una lástima que este presidente se deje aconsejar por la masonería y que esta secta ejerza tanta influencia en el gobierno. Si viviera su mujer, mucho más inteligente que él, no se perseguiría a la Iglesia Católica como ahora se hace”.
Francisco Franco 

a) Lo que pensaba Perón y sus vinculaciones con la secta
Si bien no es objeto específico de este libro historiar la relación de Perón con la masonería  -cuestión que ameritaría una investigación aparte-, no queremos dejar de mencionar alguna palabra sobre el asunto. La masonería, recordemos, es una sociedad secreta gnóstica, antinacional y anticatólica surgida formalmente en el siglo XVIII (condenada reiteradamente por todos los pontífices) ligada históricamente al judaísmo  (incluso varios autores hebreos atribuyen su creación al judaísmo).
Aunque varios discursos de Perón consideraron a la secta en términos negativos (por ejemplo, incluyéndola dentro de la “sinarquía internacional”), existen otras declaraciones donde minimiza su accionar y peligrosidad. Por ejemplo, cuando (cuestionado por la presencia de masones en su gobierno) afirmó que la pertenencia a esta logia sería equiparable a ser “hincha de Boca Juniors”, y que mientras fueran “buenos peronistas” le era indiferente si sus funcionarios eran masones. 

La cuestión, vemos, no asoma nada sencilla. ¿Qué pensaba realmente Perón sobre la masonería? ¿Fue o no masón? Creemos que es posible dilucidar el interrogante reparando en lo que “hizo” Perón y no tanto en lo que “dijo”. Pues ya hemos visto sobradamente cómo muchas veces la retórica del líder populista se diluye casi totalmente en el terreno de lo fáctico.
Lo que sabemos de seguro es que Juan Perón llegó a tener fluido contacto con las logias. El historiador masón Mauricio Javier Campos da cuenta que las relaciones entre Perón y la masonería comenzaron en los años 40, aportando como evidencia los intercambios epistolares publicados por la revista masónica “El Nivel”. 
Aunque esta vinculación se vuelve particularmente visible entre los años 54-55; período que coincide con la etapa más crítica del enfrentamiento de Perón con la Iglesia católica. Durante ese período la masonería mundial (especialmente en Iberoamérica) no ocultó su admiración por Perón; lo congratulará públicamente y sin ambages en razón de sus posturas progresistas y anticatólicas, instando a otros a apoyar su labor. Una buena muestra de cuanto referimos podrá hallarse también en los libros del R.P. Aníbal Rottjer (La masonería en la Argentina y el mundo) y de Ludovico García de Loydi (La Iglesia frente al Peronismo ). Desde sus páginas, escrutando las publicaciones de la secta, reproducen las opiniones y misivas intercambiadas entre los dirigentes de la masonería (básicamente, todas palabras encomiásticas hacia Perón). Roberto Bosca reproduce una publicación de la revista masónica Símbolo de diciembre de 1954, donde dirigiéndose a sus miembros, la secta manda lo siguiente:

“Se recomienda que todos los hermanos y los cuerpos subordinados cooperen, en todas las ocasiones que se presenten, con las actuales medidas de gobierno”. 

Rottjer ofrece más detalles:

“Cuando Perón desató su persecución religiosa, inmediatamente de todas partes le llegaron a él y a los masones argentinos las más calurosas y sectarias congratulaciones. Veamos algunas de nuestros vecinos latinoamericanos (…). De la carta de Ramón Martínez Zaldúa del Oriente de Santiago de Chile, del 13 de enero de 1955, dirigida a Fabián Onsari, jefe del Supremo Consejo masónico argentino, publicamos lo siguiente: “Al Excmo. Sr. Perón debemos alentarlo en su denodada lucha contra el Poder Obscurantista y Clerical. Las conquistas que él está haciendo realidad en Argentina, bien merecen respaldo vigoroso de la masonería. Seguramente Uds. ya lo habrán pensado. Debiera iniciarse un contacto con el Sr. Perón. Debemos sacar provecho en pro de los principios que sustentamos. La separación de la Iglesia y del Estado, el divorcio, la libertad religiosa son conquistas de la masonería”. (…) Igual felicitación recibió del Gran Maestre de la Orden Hermética “Puñón Choyke de los Andes”, Sr. Miguel Olivares Moyano, del Gran Oriente de Chile, con fecha 6 de febrero de 1955 (…). La embajada argentina de Méjico, por medio de su agregaduría obrera, comunicaba, el 15 de junio de 1955: “Todas las conclusiones y resoluciones adoptadas en los centros masónicos (de Méjico) han resultado favorables a la actitud de nuestro gobierno en relación con los jerarcas argentinos de la Iglesia Católica Apostólica y Romana”. (…) En la misma revista Símbolo del mes de diciembre de 1954, apareció la orden general de la masonería argentina de apoyo al gobierno persecutorio de Perón. Tal disposición, de fecha 30 de noviembre de 1954, o sea, pocos días después de abierta la lucha contra la Iglesia, dice así: “Se recomienda que todos los hermanos y los cuerpos subordinados cooperen, en todas las ocasiones que se presenten, con las actuales medidas de gobierno”. 

Por su parte, Emilio Corbiere halla un diploma de una Gran Logia irregular italiana del grado 33, perteneciente a Perón.  En rigor, el descubrimiento de Corbiere no debería haber asombrado en demasía, pues no pocos de los ministros justicialistas más importantes pertenecieron desembozadamente a la secta (Alberto Teisaire, Silvio Bevaqua, Antonio Benítez, Armando Méndez San Martín y Ángel Borlenghi, entre otros) y hasta el propio intelectual peronista Arturo Jauretche (tan vanagloriado dentro del peronismo “tradicional” u “ortodoxo”) era miembro de la cofradía . No es un dato menor el hecho de que los masones ocuparon puestos de gran relevancia dentro del gobierno peronista: la vicepresidencia y los ministerios del interior, de justicia, de economía, de industria, de salud, de educación, etc. Nicolás Breglia, gran maestre de la masonería argentina y máximo referente de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones, reconoce lo siguiente: “… Perón tuvo ministros masones en los tres gobiernos (…). Aparentemente, a Perón se lo incorpora en la masonería regular en España y en 1974 muere como maestro masón. Esto es una primicia, porque normalmente dejamos pasar un tiempo antes de decirlo. A Perón hay que incorporarlo a los 14 presidentes masones”. 
Hemos mencionado ya que Perón concedió la condecoración del Libertador General San Martín al reconocido masón italiano -convicto y probado corrupto- Licio Gelli, quien se atribuye nada menos que haber iniciado formalmente a Perón en la secta durante su estancia en Madrid.  Hay quienes prefieren no dar a esta confesión o sinceramiento el crédito que merece (ignoramos los motivos). Pero por otro lado, ¿por qué mentiría Gelli a los 90 años, a poco de morir? ¿Con qué objeto? También hemos señalado que Gelli había forjado una estrecha amistad con el General Perón en su tiempo de exilio, convirtiéndose incluso en su más apreciado e importante asesor. Asimismo, no es un dato menor que José López Rega, el hombre más cercano a Perón en aquel entonces, perteneciera a la logia masónica P2 (comandada por Gelli). ¿Es posible que un hombre tan inteligente, astuto y calculador como Perón desconociera la filiación masónica de sus hombres más próximos? Desde luego que no.
Contrariamente a lo que quisiera creer buena parte del peronismo, la vuelta de Perón no fue decidida por su líder ni se logró merced de la insistencia y gestiones de sus estentóreos acólitos criollos. A Perón le permite regresar la propia sinarquía que decía fustigar -yankis, sionistas, masones e incluso un sector del Vaticano-. El periodista Marcelo Larraquy, refiriéndose a Gelli, escribe lo siguiente:

“Frente a la convulsión social que vivía el país, el Gran Maestre italiano confiaba en que Perón sería el único capaz de contener «el peligro del comunismo». Esa idea fue transmitida por Gelli al Vaticano y al secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. También le fue transmitida al presidente Richard Nixon. El acuerdo por el regreso de Perón, diseñado por Gelli, unía la masonería de la P-2, el Rabinato de Nueva York -cuyo hombre en el poder era el propio Kissinger-, al Vaticano y al gobierno de los Estados Unidos. De este modo, Perón contaría con el respaldo de poderes públicos y secretos internacionales para regresar a la Argentina (…) Gelli pedía algo a cambio. El nuevo gobierno constituiría una plataforma de negocios. Gelli quería manejarlos desde adentro. Le pidió a Perón que le permitiera infiltrar la logia masónica en el Estado argentino, con la designación de funcionarios que fuesen adeptos a ella. De ese modo, con la avidez de López Rega y la masonería argentina y el consentimiento de Perón y Cámpora -que no estaba en condiciones políticas de oponerse, porque el acuerdo venía cerrado desde Europa-, Gelli comenzaría a infiltrar a la P-2 en el futuro gobierno peronista. (…) Meses después, Gelli expresaría su satisfacción por el acuerdo: «No sólo confirmaban lo que habían prometido, sino que también pedían una colaboración para el futuro. Saben que estuvieron fuera del país dieciocho años por diferencias con la Familia, y admitieron que regresan a la patria porque existe un consentimiento de nuestra institución», escribió Gelli en una carta al Gran Maestre local César de la Vega, que luego sería funcionario en el Ministerio de Bienestar Social”. 

El peronista Julio C. González cuenta lo que Isabel (María Estela) le reveló acerca del ministro Ángel Federico Robledo y del retorno de Perón: 

“Isabel me dio explicaciones de todo esto: Robledo es uno de los representantes de una sociedad secreta ante el peronismo... No fueron Perón, ni Cámpora, ni Lastiri, ni Isabel los que lo hicieron reiteradamente ministro en las esferas más diversas. No ocupó esos cargos por su capacidad ni por sus conocimientos. Es un poder exterior al país el que lo designa en su representación para esas funciones. Y el gobierno débil debe aceptar. «Esto ha sido estipulado en las negociaciones que concluyeron aceptando el regreso de Perón, y son condiciones que deben cumplirse». El país y el pueblo pagarán las consecuencias”. 

b) Perón y el espiritismo
La afición de Perón por el espiritismo es otro hecho sugestivo que puede prestar algún servicio a los efectos de intentar aproximarnos a la resolución de la cuestión planteada. Afición que, por otro lado, es mencionada por casi todos los biógrafos del líder populista y que compartía con López Rega e Isabel. Su vinculación con la Escuela Científica Basilio (a la que dio gran impulso en nuestro país y a la que pertenecía Rega) y diversos espiritistas y ocultistas son también cuestiones que nadie discute. La Logia Anael, creada por su lugarteniente “El Brujo” (que al parecer contaba con varios acólitos dentro del peronismo y con el beneplácito del propio Perón) era de signo claramente masónico. 
El investigador Ernesto Milá señala lo siguiente: “La Logia Anael era una de tantas derivaciones de la llamada “masonería egipcia” con la característica específica de estar compuesta por peronistas y de buscar obtener el máximo de influencia en el entorno de Perón”.  Roberto Aizcobar también recala en esta afición de Perón e Isabel por la magia y la adivinación: “se rodeaba de nigromantes, médiums y espiritistas hasta el punto que su secretario, José López Rega, practicaba la astrología y por eso fue recompensado con la cartera de Bienestar Social. López favoreció el proselitismo de una secta que pretendía suplantar a la mismísima Iglesia Católica”. Rega fue un confeso amante y difusor del ocultismo durante toda su vida. En los años 60´ publicó, entre otros trabajos, Astrología esotérica (1962) y Astroagenda (1965). Su fanatismo por las sectas lo llevará al absurdo extremo de organizar (junto al sacerdote peronista Pedro Badanelli) una misa en 1974 para 3000 niños, oficiada por un tal Jacobo Lozano que se intitulaba “Arzobispo primado de la Argentina de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Americana”, que aparecía como dependiente del “Exarcado Apostólico en Roma para Europa y América”. Todo esto pudo hacerlo el ex ministro con el expreso aval de Perón, quien había dado apoyo a la logia esotérica Anael, en cuyos secretos, al parecer, eran iniciados los principales líderes peronistas (ej. Luis Sobrino Aranda, diputado peronista) y ciertos políticos latinoamericanos simpáticos a Perón. Al respecto de esta secta, agrega Aizcorbe algunas precisiones:

“Según un folleto que tengo en mi poder desde 1965, y que pasa por ser un catecismo de la logia Anael, el mundo está a las puertas del nacimiento de una nueva era, que se consolidará sobre la base de cuatro “vértices magnéticos” situados en Pekín, Argelia, Lima y San Pablo. Estas son, digamos, las bases de un poliedro en forma de pirámide egipcia, cuyos vértices convergen en Buenos Aires. La obra de Anael se pondrá de manifiesto cuando en San Pablo asome un líder populista semejante a Perón (Buenos Aires), Velasco Alvarado (Perú), Mao Tsé-Tung (Asia) y Boumedienne (África). Hasta entonces corre un período de preparación. Veamos un poco las teorías del misterioso doctor Anael:
“¿Podrá subsistir una civilización apoyada en la explotación del hombre por el hombre?”, se pregunta. Y responde que no. “El mercado libre es dueño de la economía y lo corrompe todo” (…). Luego de la segunda contienda mundial, la guerra es reemplazada por las guerras revolucionarias de liberación. Este cambio se debe a que las razas latinas y de color queremos terminar con el mundo impuesto por las razas  verticales (…). Respecto de la Iglesia Católica y del cristianismo en general, la logia Anael le reprocha haber perdido las características de la filosofía esenia, en la que abrevó Cristo. “Hasta la segunda centuria, el Nazarenismo fue “nazarenista”, es decir la religión de los pobres y esclavos. Luego se convirtió en la religión de los grandes círculos privilegiados, desvirtuándose cada vez más. Los pueblos revolucionarios levantarán los estandartes del comunitarismo cooperativista, aquel que predicó Jesús en los polvorientos y ardientes caminos de Judea (…). En Brasil ya es una realidad el cristianismo revolucionario. El obispo de Recife, Helder Cámara, es su punto de lanza. En la Argentina, donde Perón será presidente a perpetuidad, la Iglesia será argentina. Su Zwinglio está designado. Actuará en el momento en que se le indique”.   

Esta fascinación de Perón por las denominadas ciencias ocultas perdurará por toda su vida. A menos de un año de morir, en septiembre de 1973, Perón concede diez días libres a López Rega (quien por ese lapso debió abandonar su cargo de ministro) para que pudiera asistir al Congreso de Parapsicología y Ciencias Ocultas, celebrado en San Lorenzo del Escorial, Madrid. Permiso que le otorga nuevamente en marzo de 1974, para que asista a un plenario de la logia Anael en Río de Janeiro.
Muchos estudios coinciden en señalar al brujo brasileño Menotti Carnicelli como el iniciador de Perón en estas prácticas. A pedido suyo el brasileño visitó Buenos Aires en 1951 y continuará acompañándolo por muchos años. “Durante su estadía en la capital argentina, Perón paralizó su actividad administrativa, dedicando casi todo su tiempo a cinco sesiones ocultistas durante las cuales el “médium” Carnicelli caía en trance y respondía a las preguntas de Perón, quien tomaba nota de las respuestas”. La afición de Isabel Perón por el ocultismo está ampliamente documentada y venía de antiguo, influenciada por la esposa de su padrino (José Cresto), Isabel Zoila Gómez de Cresto, que era considerada la curandera más famosa de la zona. La relación de Isabel Perón con su padrino y esta mujer será muy estrecha y duradera, al punto de llevarlos a Madrid y alojarlos en su casa, donde trabarán amistad con el General Perón.  

c) Masón o no masón, Perón cumple los objetivos de la masonería
Se ha dicho también que el asunto de las “manos de Perón” fue obra de la masonería británica, con quien supuestamente había quedado en deuda, aunque esto es poco probable dado que su entendimiento con Inglaterra fue siempre bastante evidente. El profesor nacionalista Walter Beveraggi Allende tenía a Perón por masón, de acuerdo a lo que un periodista inglés le había confesado… Lo mismo pensaba el historiador masón Emilio Corbiere. No obstante, lo cierto es que la cuestión no quedó jamás del todo zanjada, aunque creemos que existen elementos suficientes para sospecharlo.
¿Fue o no efectivamente masón? Responderemos que no podemos asegurar que exista un documento que así lo certifique. Aunque creemos no obstante que los pocos pero entitativos elementos que mencionamos resultan suficientes para que cada cuál saque sus propias conclusiones. Varias logias masónicas lo reconocen como uno de los suyos (si bien es cierto que a través de la historia, a fines propagandísticos y políticos, la masonería ha procurado atribuirse a los personajes más influyentes de la historia; caso San Martín, por ejemplo). Pero por otro lado, esperar de Perón una confesión pública de su adhesión a la secta de marras (en caso que hubiera sido masón) o un documento que lo certifique, sería absurdo. Perón puede haber sido muchas cosas, pero no tonto. Del mismo modo que tampoco existen documentos que prueben de modo fehaciente y fuera de toda duda que hombres como Rockefeller, Alfonsín, Menem, Bush, Macri, Clinton, etc., pertenecieran a la secta de marras (que sepamos, jamás admitieron públicamente su vinculación a ésta). Sin embargo, su accionar político evidencia una activa connivencia con logias ligadas a la masonería;  y atribuir a la casualidad la similitud de objetivos y programas culturales, religiosos y políticos implementados sería de una ingenuidad supina.
Creemos que en este caso concreto los hechos hablan por sí solos. No se requiere ser un avezado lector de entrelíneas o coyunturas para poder determinar lo que fue o no fue Perón. En este asunto concreto, los hechos son más claros que cualquier documento o discurso. Masón o no masón, de logia regular o irregular, con o sin acta oficial de afiliación a la secta, difícil será negar que en muchos aspectos se comportara como tal   (progresismo cultural, persecución a la Iglesia, medidas laicistas, nombramientos de masones e izquierdistas en sus gobiernos, etc.). Todas estas políticas fueron siempre primordiales para la masonería, coincidentes con su programa inmanentista y descatolicizador de la sociedad.   
Si algo ha distinguido a los patriotas o nacionalistas históricamente, ha sido su rechazo absoluto por los discursos o acciones demagógicas; por las definiciones ambiguas y falaces. Los ha distinguido su desprecio visceral y frontal hacia las malas compañías; máxime de aquellas enemigas de la nacionalidad y la religión. Por eso mismo, actuando en consecuencia, los regímenes nacionalistas europeos -coetáneos a Perón- promulgaron leyes antimasónicas, siendo particularmente notables las decretadas por Oliveira Salazar, Benito Mussolini y Francisco Franco.  En nuestro país, del mismo modo obró Hipólito Yrigoyen  y don Juan Manuel de Rosas (que algunos insisten en comparar con Juan Domingo Perón). Lejos de entablar amistosas relaciones con las logias, el Restaurador de las leyes persiguió y erradicó a la masonería del país, por considerarla una institución extranjerizante; antinacional y anticatólica. Eso explica el odio inaudito (aún vigente) de la masonería hacia la figura del gran caudillo argentino.


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