SOBRE EL PERÓN BUENO Y REGENERADO DEL 73´
(y su presunto rompimiento con Montoneros)
Por Cristián Rodrigo Iturralde
Mucho se ha dicho y escrito sobre este asunto, aunque casi siempre en un único sentido. Al parecer, y según esta opinión generalizada, el Perón que retorna a la Argentina luego del exilio habría sido uno conciliador, arrepentido de sus pecados juveniles y dispuesto a anteponer la patria sobre su figura e intereses personales. Su tono aparentemente mesurado, alejado de rimbombantes invectivas, sumado a alguna foto pour la galerie –como aquella con Balbín- y un eslogan de ocasión devenido prontamente en adagio (¨Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino¨), terminarán por convencer de aquello a quienes resentían la sistemática dialéctica confrontativa del líder populista. Empero, el sector conformado por el llamado peronismo nacional u ortodoxo reclamaba mayores gestos para ratificar su adhesión a un movimiento que parecía enteramente copado por el marxismo revolucionario, y para ellos ensayó Perón el desaire a Montoneros en Plaza de Mayo y alguna crítica de ocasión a su paje Héctor Cámpora.
Así las cosas, al parecer, todo quedaba olvidado y disculpado… y todos felices. Jubiloso el peronismo ¨ortodoxo¨, porque finalmente, por primera vez en 20 años, habían logrado sacar de su líder algún enfado circunstancial contra los entristas marxistas; exultantes los demócratas, porque aquel que había llamado a sembrar la guerra civil y atacar las instituciones republicanas venía ahora como pacificador (el incendiario venía a apagar el incendio); y por supuesto, alborozadas y festivas las izquierdas todas por el vital apoyo brindado por éste y por lo que vendría. Al parecer, la Argentina era una fiesta… Después de tantos años, finalmente la nación recuperaría su destino histórico de grandeza y a su más encumbrado caudillo, que por entonces contaba con 78 años de edad. Este era un Perón mejorado, reconvertido a la buena causa, como asegura el ¨ecuánime¨ Juan Bautista ¨Tata¨ Yofre y unos cuantos panegiristas del Líder. ¿Fue realmente así?
Vayamos de a poco.
Por lo pronto digamos que haber pretendido encontrar a un Perón radicalmente distinto al del día anterior fue de una ingenuidad supina: nadie cambia de la noche a la mañana. De modo que el Perón de 1973 es el mismo que hasta el año anterior clamaba por la revolución socialista y promovía la guerra de guerrillas como metodología para la toma del poder. Es también el mismo que designa al izquierdista Héctor Cámpora para encabezar la fórmula electoral que lo llevaría al poder.
Sobre este último, habrá que recordar que era uno de sus más leales partidarios. Desde 1946 había ocupado cargos varios tanto dentro del régimen peronista como de la estructura partidaria en general, siendo diputado, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, vicepresidente de la primera Junta Ejecutiva del Partido Peronista en la Provincia de Buenos Aires y miembro del Consejo Superior Peronista, entre otros. La Revolución Libertadora lo encarceló y dos años después, en marzo de 1957, logrará escapar junto a otros dirigentes peronistas como Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, Pedro Gomis y José Espejo, asilándose en Chile. Regresa al país en 1965 -cuando sus causas judiciales fueron cerradas- y desde allí integrará la Resistencia Peronista junto a conocidos líderes marxistas. En 1971, mientras se negociaba la vuelta del líder populista a la Argentina con el General Alejandro Agustín Lanusse (presidente de facto entre 1971 y 1973), Perón lo designa como su delegado personal. Poco tiempo después lo elije como su candidato a la presidencia, asestando de este modo un duro golpe al sector compuesto por el peronismo ortodoxo, que por entonces se encontraba disputando a sangre y fuego el dominio del movimiento con los grupos de la izquierda justicialista, representada justamente por Héctor Cámpora.
El tío jamás se había destacado por su brillantez o gallardía (el propio Cooke lo trataba de cobarde) pero Perón destacaba su lealtad y necesitaba a alguien completamente confiable sin ambiciones personales que obedeciera a rajatabla y sin cuestionamientos sus directrices. Según las crónicas de los guerrilleros que lo trataron asiduamente, su obsecuencia hacia Perón llegaba a tal extremo que éstos comenzaron a llamarlo burlonamente ¨El felpudo¨. Este dato no es de poca monta ni lo traemos por mero afán anecdótico, pues resulta determinante a efectos de pesar la responsabilidad que cabrá a Perón en la serie de acontecimientos que se darán en el transcurso del período 1973-1974. Es decir, difícilmente –por no decir imposible- un hombre de tan débil carácter como Cámpora –característica que unánimemente se le adjudica- se aventuraría a decidir o declarar algo sin el expreso consentimiento de Perón. Y esto, insistimos, es importante subrayarlo pues no pocas veces se ha intentado desligar al líder populista de ciertas acciones emprendidas formalmente por su comisionado.
La revolución socialista proclamada insistentemente por Perón desde 1955 será materializada inmediatamente al asumir Cámpora la presidencia (el 25 de mayo de 1973). Su gabinete incluye a notorios marxistas como José Ber Gelbard (afiliado al Partido Comunista) en el Ministerio de Economía, Esteban Righi (Interior), Jorge Alberto Taiana (ministro de Educación) y nombra al montonero Julio Troxler como Jefe Auxiliar de Policía de Buenos Aires (asesinado a los pocos meses por la triple A). Simultáneamente, abogados marxistas son elegidos gobernadores en todo el país, entre ellos Oscar Bidegain (Provincia de Buenos Aires), Ricardo Obregón Cano (Córdoba) y Alberto Martínez Baca (Mendoza), entre otros.
La Universidad de Buenos Aires y su editorial (EUDEBA) quedarán a cargo de Rodolfo Puiggrós (quien había sido el interventor) y de Arturo Jauretche, y a su vez varios funcionarios afines a la Juventud Universitaria Peronista (de tendencia marxista) fueron designados decanos; entre ellos cabe destacar a Víctor Testa en Medicina, Justino O´Farrell en Filosofía y Letras o Mario Kestelboim en Derecho. Recordemos que la FUBA y el reformismo universitario (ambos de izquierda) habían apoyado decididamente la llegada del nuevo gobierno .
Como primera medida gubernamental, ese mismo día, se decreta la liberación de 363 terroristas presos (en la Cárcel de Devoto), de los cuales 283 tenían sentencia firme de la Cámara Federal en lo Penal (CAFEPE) ; órgano que había sido creado años atrás con el objeto de juzgar a los guerrilleros. La resolución había sido decidida por Perón en Madrid como parte de un acuerdo electoral con los jefes montoneros Firmenich, Perdía y Rodolfo Galimberti (este último había designado por Perón como Delegado Juvenil de la Juventud Peronista ante el Consejo Superior Peronista) . Así las cosas, en un abrir y cerrar de ojos quedaban libres los principales cabecillas de las guerrillas marxistas; que no perderán el tiempo y volverán a sus actividades criminales inmediatamente, sembrando el terror por doquier. Perón ya había adelantado sus intenciones en una carta dirigida a los ¨Compañeros de la Juventud¨ de febrero de 1971:
Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza. "(…) Yo tengo una fe absoluta en nuestros muchachos que han aprendido a morir por sus ideales, y cuando una juventud ha aprendido y alcanzado esto, ya sabe todo lo que una juventud esclarecida debe saber. Tenemos demasiados muertos, encarcelados y proscriptos para que nos olvidemos de su mandato (…) La guerra revolucionaria en que se está empeñado impone una conducta: luchar con decisión y perseverancia. (…) No sabemos hasta dónde nos llevará la violencia de la dictadura militar. Por eso deberemos prepararnos y actuar frente a todo evento. El Movimiento Peronista ha de estar organizado apropiadamente para ello, en forma que permita la lucha orgánica de superficie y pueda hacer frente a las formas cruentas que suelen ser impuestas por las dictaduras como la que azota al país en nuestros días. Las Formaciones Especiales encargadas de lo último, han de tener características especiales y originales, como especiales y originales son las funciones que deben cumplir. Ellas actúan tanto dentro de nuestro dispositivo, como autodefensa, como fuera de él en la lucha directa de todos los días, dentro de las formas impuestas por la guerra revolucionaria .
En el discurso inaugural de su presidencia, al momento de prestar juramento en el Congreso, Héctor Cámpora elogiará a la ¨maravillosa juventud¨ revolucionaria (tal cual lo había hecho tantas veces su jefe), reconociendo al mismo tiempo las tácticas empleadas por el peronismo desde 1955:
La historia de la resistencia peronista está hecha de huelgas y de paros, sabotajes y atentados, de coraje y sacrificio… La violencia es el resultado de una sociedad injusta… Mi gobierno será invariablemente solidario con las luchas antiimperialistas de los pueblos y nunca tomará partido por las naciones explotadoras .
La llegada del gobierno peronista de Cámpora será aplaudida por todo el espectro del marxismo revolucionario mundial, incluidos los sacerdotes tercermundistas alentados por Perón –a quien habían visitado en Madrid el año anterior-. Carlos Mujica celebra las ocupaciones de fábricas y oficinas por parte de los guerrilleros durante el camporismo e incluso justifica la delincuencia de los presos comunes: ¨(…) la recuperación mediante tomas de las instituciones usurpadas por la dictadura militar, es otro signo claro de que se está operando u crecimiento natural de la consciencia política de las masas (…) Me solidarizo con la causa de los presos comunes, víctimas de esta sociedad capitalista y hambreadora, quienes se ven obligados a delinquir para poder subsistir¨ .
Cabe recordar que desde su exilio Perón tendrá fluido contacto con los exponentes principales en argentina del denominado Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo –ligados indefectiblemente a los grupos guerrilleros locales-, como el influyente obispo de Avellaneda Mons. Podestá, entre otros, y sacerdotes montoneros de gran capacidad de movilización entre los sectores medios y bajos, como el ya mencionado Mujica o Meisegeir, ambos fervientes peronistas. Desde su Cristianismo y peronismo (1973), calificaba Mujica al peronismo como el ¨movimiento de redención social más formidable que ha conocido nuestra Patria¨ . La alianza entre el peronismo y el cristianismo revolucionario fue particularmente evidente a partir de la primera mitad de 1960. En carta a Ezequiel Perteagudo, escribe en 1967: ¨Si los trabajadores, los peronistas y los sacerdotes obreros, proceden bien, esto, en el campo político, puede dar mucho (…) ¨.
Resumiendo las cosas, el nuevo Perón, lejos de combatir al marxismo revolucionario y al comunismo internacional, se ocupará de consolidarlos política y culturalmente en el país. En el ámbito de la cultura y la educación, como ha sido dicho, ocupó las cátedras y rectorías de las universidades nacionales con notorios marxistas; basta corroborar la cantidad de autores izquierdistas publicados por la editorial de la Universidad de Buenos Aires. Mientras en la orbita de la política exterior continuaba apoyando la insurrección internacional bolchevique en el mundo -en plena guerra fría-, ad intra implementaba la revolución socialista y dejaba en libertad a notorios sicarios del marxismo. Todo esto que referimos sucedió en el transcurso de los primeros meses del régimen peronista de Cámpora.
Con antecedentes y hechos objetivamente comprobables como estos, con toda lógica y derecho alguien podría preguntarse ¿dónde está acaso el Perón antimarxista que tantos siguen señalando hasta el día de la fecha?
Esto nos llevará indefectiblemente hacia el presunto alejamiento de Perón de algunos de sus tumultuosos acólitos. ¨Presunto¨, decimos, puesto que existen elementos que hacen pensar que el famoso ¨encontronazo¨ en Plaza de Mayo con Montoneros no fue otra cosa que un acto pour la galerie, pues como recuerda el Dr. Antonio Caponnetto, cuando muere Perón, los presuntamente traicionados se apersonaron a su velatorio rindiéndole homenaje…¨ (…) El mito de la expulsión de la Plaza de Mayo de los montoneros¨, escribe Caponnetto, ¨no pasó por su magín. Perón murió carteándose cortésmente con Mao, Castro, Dorticós y Allende. Y los jefes montoneros hicieron la "v" de la victoria ante su féretro. Extraño caso de unos "echados" que rinden honores al "echador" y le prometen proseguir la lucha¨ . Y en este sentido, conviene subrayar el sugestivo hecho de que tanto Montoneros como distintas organizaciones de símil naturaleza (o miembros de éstas) continuaron reivindicando a Perón hasta la actualidad.
Conforme a esto, no será difícil deducir que en realidad tal rompimiento no existió jamás o que no pasó de un encono circunstancial con alguna facción de aquella organización. Asimismo, conviene advertir que el presunto distanciamiento entre las partes se habría dado en el marco de una desobediencia pública del grupo guerrillero al líder populista. Si este hecho final no se hubiera producido (es decir, si los montoneros hubieran actuado inteligentemente), lo más probable, siguiendo la línea histórica de estas relaciones, es que Perón los hubiera continuado cobijando y utilizado como fuerza de tareas. El propio Rodolfo Walsh, ideólogo principal de esta organización, no solo no reniega en absoluto del peronismo luego de aquel suceso sino que continúa apoyándolo y considerándolo como el movimiento que llevará a la revolución socialista-proletaria. ¨Hasta el 24 de marzo del 76¨, escribe Walsh, ¨planteábamos correctamente la lucha interna por la conducción del peronismo¨ . Distanciándose de quienes criticaban lo hecho por el peronismo desde 1973, dice: ¨Es una barbaridad hablar del "fracaso total del plan" del gobierno. Se puede hablar da fracaso parcial o de éxito parcial (…) Peronismo –se entiende- como la única forma de expresión conocida por el pueblo, entre otras (…) No hay que crear estructuras al pedo. Los Montoneros conducen al peronismo. Eso es suficiente (…) Las líneas de acción de la resistencia son conocidas por el Partido y por el pueblo. Están admirablemente teorizadas en la "Correspondencia Perón-Cooke", a la que nos remitimos¨.
Para corroborar el pensamiento de los principales actores de aquella agrupación con respecto a Juan Domingo Perón bastará consultar los distintos números de la revista Repensar, surgida en 2009 por iniciativa de Mario Firmenich y Roberto Cirilo Perdía (entre otros viejos integrantes de Montoneros) cuyo objeto señalado entonces era "revalorar y defender un patrimonio histórico de combates por la liberación nacional y social de Argentina"- según consignaban sus editores- . Desde sus páginas se revindica la figura del ex presidente justicialista, y no podrá acusarse a sus autores de alguna improvisación o desconocimiento de los hechos: en primer lugar porque fueron ellos mismos sus protagonistas principales, y luego, porque tuvieron más de tres décadas para analizar el derrotero peronista y aquella ¨expulsión¨ de Plaza de Mayo…
Pareciera evidente que tal ruptura entre el cabecilla justicialista y Montoneros jamás existió. Hay incluso otros datos y hechos entitativos que giran en el mismo sentido. Uno de estos lo menciona –seguramente de modo involuntario- el historiador y Vicepresidente de la Juventud Peronista, Facundo Giampaolo, cuando a modo de anécdota cuenta el la vez en que en un chequeo de rutina cae preso Mario Firmenich. Era el 18 de marzo de 1974, y para ese entonces el dirigente montonero era un criminal conocido y buscado por las fuerzas de seguridad de la nación; en especial por el subjefe policial Alberto Villar, cuyo anticomunismo era legendario. Según reconocerá luego el propio montonero, creyó que ese era su fin; ¨van a torturarme y a fusilarme¨, pensaba entonces. Sin embargo pocas horas después fue liberado. ¿Qué había sucedido? Al tomar conocimiento de la situación, la cúpula de Montoneros se comunicó urgentemente con Perón (es decir, con el Presidente de la República) pidiendo por su libertad. Apenas anoticiado, Perón le comunica a Miguel Ángel Iñíguez, jefe de Policía, que “a ese chico no puede sucederle absolutamente nada”. Giampaolo cuenta lo que siguió:
Cuenta el líder montonero que Iñiguez llegó desesperado a la comisaría de Villa Martelli. Alzando la voz invocó el nombre de Perón y dijo: “a este chico hay que mantenerlo sano y salvo”. La gente de la dependencia lo llevó al calabozo del “Pepe”. “Vengo por orden del General para garantizarle su vida”, le dijo y lo hizo trasladar a una pequeña oficina.
Allí, charlaron, tomaron mate, discutieron de política y economía hasta que sonó el teléfono. Era el Ministro Llambí que estaba con el general, preocupado. Perón pidió hablar con Firmenich.
-¿Cómo está, mi hijo?- le preguntó.
-Bien, gracias a usted- respondió Firmenich.
-Me alegro, mándele saludos a su familia y a los compañeros.
Al salir de la comisaría, un centenar de periodistas los esperaban. El líder montonero dijo que iba luchar por la Unidad del Movimiento Peronista. Todos se fueron cantando la Marcha .
Empero, lo curioso y novedoso del caso no es el hecho que Perón intercediera a favor de un criminal marxista (lo había hecho antes en infinidad de ocasiones). Lo sorprendente es que el beneficiado era Firmenich, quien pocos meses atrás (25/9/73) había asesinado –junto a Montoneros- al sindicalista y mano derecha de Perón, José Ignacio Rucci … ¡Y trata a su ejecutor tiernamente, como a un entrañable amigo, enviando saludos a su familia y a los compañeros! Evidentemente hay aquí cosas que no terminan por cerrar. ¿Por qué era intocable el montonero? Hay quienes insistirán a este propósito en la condición de doble agente de éste último, sea del Batallón 601 del Ejército argentino o de la CIA norteamericana, como sostiene entre otros el ex agente del FBI Martin Edwin Andersen . Pero aún siendo así, ello no explicaría la servicial actitud de Perón hacia el dirigente montonero, a quien indudablemente había salvado la vida. Lo más probable, empero, es que Perón no conociera entonces la condición de informante de éste, de modo que la explicación más atendible al respecto es que haya querido salvar a un aliado político-ideológico.
Con respecto a los sucesos del 1 de mayo de 1974, momento en que aparentemente Perón echa a los montoneros de su movimiento, es importante subrayar que el rechazo no se dirige a la totalidad de la agrupación sino a algunos díscolos. De modo que sería más apropiado sostener que, en todo caso, Perón se habría distanciado de algún sector concreto de Montoneros y no de la organización en si misma o de sus postulados (muchos montoneros se quedaron con Perón hasta el final) . Recordemos que en 1975 Isabel Perón les permite incluso participar políticamente; cosa que hacen formando el Partido Peronista Auténtico, compitiendo en las elecciones de la provincia de Misiones . Y si bien no todos los montoneros participaron de aquella aventura sufragista, lo que interesa aquí es remarcar la existencia de divisiones o distintas tendencias dentro de la mentada orga marxista.
Conviene recordar asimismo que cuando se ultima al sindicalista José Rucci, no pocos montoneros consideraron tal acto una desinteligencia infantil, completamente contraproducente para sus objetivos; pero sobre todo una injusticia, porque el gobierno peronista había comenzado a realizar y consolidar la largamente anhelada revolución socialista en el país. Este episodio generó un gran desconecto dentro del movimiento, produciéndose una importante escisión. Desde un libro dedicado a este punto concreto (titulado "La Lealtad: los montoneros que se quedaron con Perón"), el ex montonero Aldo Duzdevich comenta lo siguiente: ¨Esto creó desconcierto y enojo entre la militancia de JP y de la misma organización Montoneros. No tanto porque hubiese "afecto" por Rucci, sino por lo que significaba en términos de un enfrentamiento con Perón. A partir de este hecho, dentro de la organización se empieza a generar un duro debate que culmina con la escisión de diversos grupos de militantes, que en febrero se dan a conocer como JP Lealtad y Montoneros Soldados de Perón, que se expresan desconociendo a la conducción de Firmenich y reafirman el liderazgo del entonces presidente¨ .
Resulta asimismo sugestivo el hecho de que Perón jamás declara la ilegalidad de Montoneros ni orquesta su persecución; estos pasan voluntariamente a la clandestinidad el 6 de septiembre de 1974 (es decir, una vez muerto Perón), sabiendo que sin éste en el poder tomarían las riendas los sectores derechistas del gobierno liderados por el ministro de Bienestar Social López Rega -cuyo anticomunismo era público y notorio-, quienes no tendrían miramientos a la hora de apresarlos o liquidarlos. Por último, con relación al ERP, recordemos que si bien es declarado ilegal por el gobierno en setiembre de 1973, se impone señalar al respecto que la persecución gubernamental se dirigió exclusivamente a una de sus escisiones (denominada Fracción Roja) y no a la rama peronista de la organización (ERP-22 de agosto) .
Sintetizando el asunto: si bien aun persisten dudas en ciertas cuestiones puntuales (solo hemos mencionado parte y hay respuestas que se nos escapan), existen no obstante algunas importantes certezas que interesan particularmente a nuestro propósito. La más relevante, sin dudas, es que el líder justicialista contó con el apoyo irrestricto de considerable parte de estas organizaciones terroristas hasta el final de sus días. Y si acaso existió realmente algún enfrentamiento, circunstancial o definitivo, este se dio con un sector específico de aquellas y no motivado por cuestiones ideológicas, sino por otras de índole más bien metodológicas y en el marco de una disputa interna por el poder (las discrepancias y purgas internas dentro de los espacios comunistas fueron cosa harto frecuente en su historia).
Distinciones estas todas imperativas a efectos de procurar comprender el pensamiento de Perón y analizar su derrotero en este sentido.
Reflexión final
Finalicemos este capítulo con la siguiente reflexión. En rigor de verdad, poco importa si Perón fue o no verdaderamente marxista: cuanto interesa aquí no es su fuero interno sino aquel relativo a las manifestaciones visibles y evidentes, y en este sentido es indudable que el Líder se comportó como tal. No sólo elevó a posiciones de influencia a notorios marxistas en todos sus gobiernos –del primero al último-, sino que aplicará sus postulados primordiales (lucha de clases, materialismo histórico, laicismo anticatólico, etc.) y perseguirá decididamente a sus históricos enemigos (la Iglesia católica y el nacionalismo). Desde el exilio fomentará la creación de organizaciones terroristas con el confesado objeto de desatar una guerra civil en el país que obligara a las autoridades políticas a cederle el gobierno (mostrándose como el único capaz de pacificar una nación en armas y en llamas que el mismo había suscitado).
Y en todo caso, aun asumiendo que el tardío rechazo de Perón hacia algunas organizaciones guerrilleras hubiera sido sincero, de ningún modo limpia la figura del ex presidente o lo exime de su complicidad criminal. ¿Pues qué es peor? ¿Qué haya sido efectivamente marxista o que haya sido todo parte de un engaño a consciencia; alentando a millares de jóvenes a tomar las armas, destruir y asesinar para obtener el poder? Otrosí, una vez en el poder: ¿qué logró este Perón ¨regenerado¨, presuntamente antimarxista? Nada, pues murió a los pocos meses dejando como legado una nación en guerra enfrentada hasta el día de la fecha.
Por todo lo referido (y lo que aun resta mencionar), resulta evidente que el creador del Justicialismo debe ser llamado responsable directo de la guerra desatada en la Argentina entre los años 60´ y 70´ que dejó la friolera de 12.000 víctimas mortales y decenas de miles de heridos. La misma culpabilidad le cabe en los sucesos conocidos como la ¨masacre de Ezeiza¨, que él promueve directa e indirectamente al albergar dentro de su espacio partidario a grupos radicalmente antagónicos y enfrentados, de los que conocía su disposición para el enfrentamiento armado. Aunque en este último caso, nobleza obliga a reconocer que la responsabilidad no fue exclusivamente de Perón y de sus sicarios castristas, pues también cabe un rol determinante a la ingenuidad de aquella especie que se ha dado en llamar ¨peronistas ortodoxos¨, que jamás se dieron cuenta –o no quisieron enterarse- que los entristas o infiltrados dentro del movimiento no eran los marxistas, sino ellos.
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