viernes, 26 de octubre de 2018

PERÓN Y EL REVISIONISMO HISTÓRICO

Por Cristián Rodrigo Iturralde

          En la Argentina, como sabemos, el revisionismo histórico se centró particularmente en la reivindicación de la figura de Juan Manuel de Rosas -y otros caudillos- y en la crítica de la posición argentina durante la Guerra de la Triple Alianza, enfrentándose con la historiografía oficial fundada sobre la obra de Bartolomé Mitre. Si bien esta corriente de pensamiento había comenzado a esbozarse a fines del siglo XIX en los trabajos de Adolfo Saldías y Vicente y Ernesto Quesada, se consolidará en gran medida con los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta y Carlos Ibarguren, que a diferencia de los anteriores denunciaban además la injerencia británica en la economía nacional y revindicaban la herencia hispánica. Esta escuela historiográfica, de inconfundible signo rosista y antibritánico, se nucleará luego en el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (creado el 8 de agosto de 1938 ), entre cuyos fundadores encontramos a Juan B. Ithurbide, Manuel Gálvez, Evaristo Ramírez Juárez, Ramón Doll, Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta, Roberto Laferrere, Ricardo Font Ezcurra, Carlos Steffens Soler, Mario Lassaga, Alberto Ezcurra Medrano, Alberto Contreras e Isidoro García Santillán.

          Para ese entonces habían hecho su aparición pública las obras fundantes del revisionismo: Juan Manuel de Rosas, su historia, su vida, su drama (1930) por Carlos Ibarguren; Ensayo sobre Rosas (1935) por Julio Irazusta; La Argentina y el imperialismo británico por Julio y Rodolfo Irazusta (1934), sumado a la pléyade de artículos publicados en La Nueva República desde 1927; diario creado por los mentados hermanos y de cuyo elenco estable formaron parte también Ernesto Palacio y Juan E. Carulla, entre otros. Años después aparecerán La historia falsificada de Ernesto Palacios (1939); los libros sobre Juan Manuel de Rosas (1939) e Hipólito Yrigoyen (1940) de Manuel Gálvez; los trabajos de Raúl Scalabrini Ortiz (Política británica en el Río de la Plata e Historia de los ferrocarriles argentinos, ambos publicados en 1940); José María Rosa (Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, editado en 1943), etc. Conviene mencionar que con anterioridad a la conformación del mentado instituto, se había creado la "Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Rosas" (1934)  y el Instituto de Estudios Federalistas (en Santa Fe). A partir de estas instituciones y de una serie de autores e intelectuales nacionalistas, fueron celebrándose conferencias y actividades culturales en todos los niveles educativos de la nación, desmitificando a la Historia Oficial mitrista. El impulso e influencia que iba adquiriendo la línea revisionista parecía imparable y cada día ganaba nuevos adeptos y posiciones.
          ¿Cuándo cambia esto? En gran medida, cuando llega Perón al poder (si bien su rechazo al nacionalismo es evidente a partir de 1944). A fines didácticos y por cuestiones de espacio, daremos unos pocos -pero entitativos- ejemplos que prueban lo recién aseverado. La primera gran muestra del apoyo de Perón al procerato liberal la dará al bautizar las líneas ferroviarias nacionalizadas (su ¨obra magna nacionalista¨) con los nombres de Mitre, Sarmiento, Roca, Rivadavia, etc.; dejando deliberadamente de lado a los caudillos del federalismo. El otro hecho que evidencia el rechazo que sentía Perón por el revisionismo histórico, es que durante sus dos primeros mandatos presidenciales ¨no hace absolutamente nada por promover el revisionismo¨, como advierte Galasso , ni tampoco modifica los planes de estudio de las instituciones educativas nacionales, que sostenían la línea historiográfica de mayo-caseros. De más está decir que el ¨nacionalista-rosista¨ de Perón hizo oídos sordos al reclamo de repatriar los restos del Restaurador Juan Manuel de Rosas (tuvo más de diez años de poder absoluto para hacerlo). ¿Quién trae los restos de Rosas? Carlos Saúl Menem. Ya hemos mencionado anteriormente el hecho de que Perón irrumpe en la arena política de la mano del Gral. Agustín Pedro Justo, vinculándose con la crème del liberalismo argentino (como Ricardo Levene, José M. Sarobe y Ramón Cárcano, entre otros).
           Vemos entonces que el rechazo de Perón por el revisionismo histórico trasciende el ámbito meramente verbal y se plasma en hechos concretos e irrefutables. Hugo Chumbita, fundador de la Juventud Peronista Universitaria, se lamentaba sobre este punto, reconociendo que la revisión de la historia no entró en los planes de gobierno. ¨Si bien en la enseñanza y el aparato de difusión hubo una reformulación hacia los valores del folklore y la cultura popular, el elenco de próceres “oficiales” no fue cuestionado en forma visible (…) Fue después de su derrocamiento cuando Perón manifestó públicamente sus convicciones sobre el debate histórico argentino¨. Y si lo referido no resultara suficiente, podremos recurrir al propio Perón, que termina reconociendo esta realidad, confesando a Tulio Jacovella (en entrevista realizada en 1973) que el revisionismo histórico no había sido parte de sus planes durante sus gobiernos .
          Sí, es cierto: desde el exilio reivindicó en alguna oportunidad la figura de Rosas (se acordó un poco tarde...: ya había pasado los 60 años de edad). No obstante, en realidad,  más que elogiar la figura del caudillo, lo que hace es limitarse a reivindicar su faceta antiimperialista, lo que en rigor lo alineaba a todas las corrientes izquierdistas y revolucionarias del momento (de las que necesitaba apoyo para volver al poder) . Todo, absolutamente todo en Perón, persigue objetos utilitarios. No existen en él convicciones firmes e inamovibles o ideales trascendentes. Cuando detentó el poder supremo, nada hizo por Rosas o el revisionismo histórico; se acuerda repentinamente de Rosas cuando necesitó de una figura histórica de cual sujetarse.
(Nda: mucho tuvo que ver en esto la propaganda ¨gorila¨, pues al calificar al gobierno de Perón como ¨la segunda tiranía¨, entendieron Perón y los peronistas que convenía ahora acercar posiciones con el ¨enemigo de su enemigo¨. Es decir, no es el ¨amor¨ lo que une al líder populista con el Restaurador sino una cuestión meramente estratégica).
          Ni el rosismo ni el revisionismo histórico deben nada a Juan Domingo Perón. Esto debe quedar claro. Por el contrario, esta corriente historiográfica debería tenerlo como uno de los villanos históricos, e incluso como el mayor de ellos. Más repudiable aún que el hostis (enemigo externo), por provenir esta traición o felonía de un nativo de estas tierras; un perduellis (como diría José Luis Torres) que, infiltrándose en las filas patriotas, bregó por la destrucción del revisionismo originario; haciéndole perder su rumbo, diluyéndolo en marxismo y en la más ruin política partidaria. 





1 comentario:

  1. Hola Cristian, me parecen muy interesante tu crítica, en primer lugar porque no había escuchado a un nacionalista reivindicar a Rosas y no a Perón, y en otro sentido, porque algunas de las cosas que mencionas las había descartado por provenir de círculos liberales que tienden a atacar cualquier vertiente nacional. Quisiera hacerte una pregunta, ¿Qué opinión tenes sobre la economía y el empleo en el peronismo? ¿Lo consideras nacional e histórico, haciendo una división entre este apartado y las críticas que le realizás o también sentís que se ha mentido al respecto? Porque en mi opinión es dificil refutar la industrialización del país y el pleno empleo logrado en los primeros años, por eso generalmente la crítica a Perón es hacia su persona y no hacia su política, difícilmente rebatible. De todas formas agradezco tus artículos porque me has hecho replantear cuestiones cruciales

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