¡Llamadme Hijo de Hidalgo!
(...) ¿quién era en verdad Lenin,
seudónimo de Vladimir Ilich Ulianov? ¿Cuáles eran realmente sus orígenes
familiares y su extracción socio-económica? ¿Se trataba de un hombre de
orígenes modestos, como se diría en el período stalinista? ¿Era el hijo de un
humilde campesino como enunciaría Apfelbaum en un panfleto propagandístico de
masiva distribución en el momento en que la muerte del líder se aproximaba? En
dicho panfleto Lenin aparecía como el "elegido entre millones por la
gracia de Dios" para liberar a los obreros de sus destinos. (Figes, 2000,
pág. 687).
El padre de Ulianov fue profesor de física y
matemáticas que devino formalmente un aristócrata, gracias a la adquisición de
un título nobiliario en su puesto de director general de escuelas en Simbirsk
(Priestland, 2010, pág. 89), factor que permitía que fuera tratado como
"su excelencia". De su madre, mujer de ascendencia germana culta (y
que sabía tocar el piano), aprendió a hablar en varias lenguas. Simbirsk, hoy
denominada Ulianovsk en honor a Vladimir Ulianov, si bien es un pueblo
provinciano ruso de la región del Volga, es un centro cultural interesante,
incluso en tiempos de su figura epónima. El pequeño y luego joven Ulianov
(nacido en 1870), creció tranquilo en el seno de un grupo familiar acomodado
(lo cual no equivale a decir que se trató de una vida excesivamente opulenta),
y que nada poseía de subversivo, a excepción de su hermano, que ya hemos
mencionado. De niño era un pequeño escarnecedor con sus compañeros que se
deleitaba en la burla y en las reiteradas muestras de astucia.
Vladimir
Ulianov poseía pluralidad de ascendencia étnica: rusa, alemana, sueca y calmuca
(ésta última denotada en los sutiles rasgos mongoles de su rostro, fusionados
con un porte de elegancia teutónica). También tenía esta otra ascendencia: la
judía, (a través del padre de su madre). En los años del stalinismo, la
ascendencia judía de Vladimir Ulianov fue deliberadamente ocultada por las
autoridades del régimen (Figes, 2000, pág. 182). En sus años académicos fue un
excelente estudiante. Era estudioso de los clásicos, así como un estudiante de
comportamiento moralmente muy adecuado y disciplinado que gustaba de la música
clásica, y que hasta la ya bien entrada adolescencia fue creyente y religioso.
Su
identidad psicológica no era ciertamente la de un paria: el joven Vladimir
gustaba en decirse a sí mismo "hijo de hidalgo", o firmar como
"noble heredero Vladimir Ulianov". Solía hablar y criticar al
"idiota ruso" (en referencia a las turbas campesinas del pueblo).
Nunca confió en las masas y en su potencial (tal como veremos en su momento), a
quienes -podemos suponer- consideraba la mersa de la sociedad. En sus años
mozos solía vivir de las rentas de las propiedades de su madre, al mismo tiempo
que producía textos condenando el "capitalismo nobiliario" (Figes,
2000, págs. 182-183). Figes nos cuenta que incluso, durante la hambruna rusa
del año 1891, los campesinos causaron daños a su hacienda familiar (suponemos que
en busca de alimentos o bienes para ser revendidos), y Ulianov hubo de
denunciarlos y demandarlos ante las autoridades zaristas, lo cual significaba
el castigo seguro o incluso la condena a muerte de estos desventurados. Ulianov
adoptó el seudónimo "Lenin" luego de 1900, término que se deriva del
río Lena, próximo a Siberia, donde estuvo desterrado (aunque en condiciones
nada denigrantes por ser hijo de un noble, pudiendo dedicarse allí incluso
cómodamente a la lectura y el estudio). Antes, utilizaba apodos como
"Tulin", vinculado al nombre de la ciudad de Tula. La utilización de
seudónimos, como se infiere por el respectivo contexto, era una estrategia para
eludir a la policía del régimen zarista.
Él tenía como centro de sus cuestionamientos y preocupaciones a Rusia,
pero su bagaje era el de una persona culta (él se presentaba a sí mismo como
"hombre de letras"), el de un individuo germano-ruso de formación
occidental. Fue miembro del comité ejecutivo de la II Internacional
socialdemócrata, y fue allí donde adquirió muchas de sus herramientas
conceptuales. (Lewin, 2006, pág. 345). Se trataba de un hombre de letras,
formado en el Derecho y en la Filosofía (su obra filosófica "Materialismo
y empiriocriticismo" de 1909 es quizás su mejor producción para la posteridad).
Posiblemente Ulianov haya sido de los líderes más cultos que hayan tenido los
movimientos revolucionarios mundiales. Cuando entramos en contacto con una obra
como Materialismo y empiriocriticismo observamos a un hombre de importante
formación conceptual, así como también de destacable talento intelectual.
El historiador liberal Paul Johnson nos conceptualiza y nos presenta a
Vladimir Ulianov como "la voluntad de poder en acción", y como un
hombre de modales muy reservados y un frío calculador capaz de ser un
"organizador profesional de la política totalitaria" (Johnson, Las
primeras utopías despóticas, 1988, pág. 63). Más que un determinista y un
dogmático, nos dice Johnson, estamos frente a un voluntarista de enorme
energía, que si se volvió un gran protagonista de la escena histórica, no fue
tanto por su comprensión de los procesos históricos como tales, sino por su
energía y capacidad de aprovechar las oportunidades coyunturales. No era un
sindicalista, sino un "híper-activista" voluntarioso. En su edición
anglosajona, P. Johnson nos dice lo siguiente: "No man personifies better
the replacement of the religious impulse by the will to power. In an earlier age
he would surely have been a religious leader." (Johnson, The first despotic
utopias, 1983, p. 51). Hablamos de un carácter artero y de una inteligencia
sagaz, propia de cierto tipo de sujeto humano y su peculiar relación
psicológica con el ideal de una causa activa y revolucionaria. No era un
dogmático como los marxistas alemanes, dado que estaba dispuesto a la
consecución de la revolución en un país atrasado, miserable en amplias regiones
y de semblante campesino y poco occidental como era Rusia. Ante esta coyuntura,
la revolución resultaba ser una auténtica exceptio veritatis. Es por este motivo
que Johnson le llama un "hereje del marxismo" (Johnson, The first
despotic utopias, 1983, p. 58).
Tal deflexión respecto a los planteos de Marx (pensados para el mundo
avanzado e industrial de Europa occidental), constituía una clara
"herejía" respecto a la tradición (si el lector nos concede el
término). El propio Ulianov conocía mejor el mundo occidental y sus adelantos
que al mundo de la Rusia profunda con sus campesinos eslavos miserables. Si
bien los Ulianov eran hacendados, mucho más grande sería el contacto con el
modernismo de occidente, propio de un mundo que tendía y tiende a unificarse
por fuerzas imperialistas, proceso en el cual se nos ofrece en los escaparates
cotidianos de la vida todas las ambrosías de los centros mundiales avanzados, tanto
en el ayer como en el hoy.
Referencias de este capítulo:
Figes, O. (2000). La revolución rusa (1891-1924). La
tragedia de un pueblo. Barcelona: Edhasa.
Johnson, P. (1988). Las primeras utopías despóticas.
En Tiempos Modernos (págs. 30-113). Buenos Aires: Javier Vergara.
Johnson, P. (1983). The first
despotic utopias. In Modern Times. From the twenties to the ninties (pp.
49-103). New
York: HarpersCollins Publishers.
Lewin, M. (2006). El siglo soviético. Barcelona:
Crítica.
Priestland, D. (2010). Jinetes de Bronce. En Bandera
Roja. Historia política y cultural del comunismo. Barcelona: Crítica.
Extraído del trabajo de quien escribe esta nota:
"La organización como voluntad de dominio. La gestación de organizaciones
sociales y políticas en los ciernes históricos de la Unión Soviética".
Inédito. Pp. 27-29.
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