PEDRO VARELA, un hombre extraordinario
Para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada
Edmund Burke
Durante toda la historia conocida la humanidad ha sabido de tiempos álgidos y oscuros, pero siempre, sin excepción, se le ha regalado un puñado de hombres decididos, viriles, de arquetipos, capaces de cualquier privación y esfuerzo para librar el Buen Combate y enseñar con el ejemplo a resistir los embates de la pluriforme iniquidad. Hombres que lo han dado todo en beneficio de su comunidad y en pos de la Verdad, engendrando con su conducta nuevas generaciones de tercios y estoicos.
El mal y el sufrimiento –aunque algunos no quieran entenderlo- tienen una utilidad y un sentido, y es probar la valía de cada uno en el paso de esta vida. Con libre albedrío, y tomando sus propias decisiones, va formando cada cual su derrotero. No podríamos apreciar la paz si no conociéramos los efectos devastadores de la guerra (aunque en ciertos casos la guerra puede hacerse para preservar o recuperar la paz). No podríamos admirar la belleza, el bien y el esfuerzo –y el valor de las cosas- si todo nos fuera dado gratuitamente. No podríamos valorar el coraje y la libertad, ni seríamos capaces de separar la paja del trigo, si este fuera el mundo que pretenden los utópicos pacifistas.
La vie est belle, como dicen, pero también es una lucha constante del ser humano contra los bajos instintos y su congénita y natural inclinación hacia el mal (estado reversible, por cierto). En origen y esencia, todos los hombres son iguales. Pero son sus decisiones durante el transcurso de su existencia que separa a unos de otros, poniendo a cada uno en su justo lugar.
El mal –¨ausencia de bien¨, según consigna San Agustín- es también una oportunidad que se nos da para hacer lo correcto. Algunos cooperan con él en consciencia directamente. Otros lo hacen indirectamente: si no jalan el gatillo no hacen nada para evitarlo; o bien callan o a lo mucho elevan tibiamente la voz dentro de los limites establecidos por el correctismo socio-político, pretendiendo aliviar en algo su consciencia.
No creo que en la actualidad exista una mayor proporción de hombres objetivamente malos en relación a siglos pretéritos. No creo tampoco que haya menos cantidad de hombres ¨buenos¨. Si acaso la maldad es mayor y se encuentra más generalizada –aun institucionalizada- es porque hay menos hombres dispuestos a combatirla. Hombres que, aun bien intencionados, al creer todo perdido consideran inútil exponerse –perder su status quo- y librar batalla. Tal vez ignorando lo que tan sabiamente nos decía el padre Leonardo Castellani con inigualable sapiencia teológica con aquello que “[Dios] no nos pedirá cuentas de las batallas ganadas, sino de las cicatrices de la lucha”.
Y esta enseñanza se ha hecho carne en hombres como el Sr. Pedro Varela. Uno podrá estar de acuerdo total o parcialmente con cuanto dice. Podrá adherir o no a su pensamiento, pero nadie podrá decir jamás que no es consecuente con su prédica ni cuestionar su coraje, caballerosidad, erudición y el valor de su palabra (más propio del siglo XV que de estos tiempos). En Argentina, por mentar pocos casos, tenemos el ejemplo del Dr. Antonio Caponnetto, el P. Alfredo Sáenz y Claudio Sanahuja; condenados al ostracismo por propios y extraños…
Con el pretexto del ¨discurso del odio¨, La Policía del Pensamiento, verbigracia, los intolerantes de siempre (hoy enquistados en la política), han hecho todo lo humanamente posible para destruirlo y anularlo. ¿Por qué? Porque Varela es insobornable y ha detectado prontamente que existe una guerra planteada fundamentalmente en el terreno cultural, cuyo objeto primario es destruir in totum la cultura occidental cristiana (lo que queda de ella), despojarnos de toda moral objetiva y sentido de identidad nacional y religiosa, socavando primeramente la base, fundamento y sostén de toda sociedad sana, portador de estos valores: la familia tradicional. ¿Podría alguien acaso negar esto? Los hechos son claros e incontestables. En cuanto a la finalidad de este plan sistemática de devastación (a no dudar que no es un proceso natural sino deliberado y orquestado finamente) pareciera bastante evidente que se busca construir sobre sus ruinas un mundo sin Dios, valores objetivos y verdades perennes –sociedades fácilmente manipulables- centralizado en un único mando y poder (hemos pasado del regionalismo al continentalismo, y de éste al mundialismo). La constitución del ¨delito de opinión¨ y su Pensamiento Único es una palmaria muestra de la intolerancia imperante, común a todos los grandes líderes mundiales actuales.
Con su prolífica labor editorial y conferencias, Varela fomenta e incentiva el pensamiento crítico, exponiendo las mentiras históricas y las incoherencias y falencias -y falacias- del discurso hegemónico que sirven de base para modificar patrones y paradigmas socio-culturales. Y por ello se lo ha enviado sin más a prisión por años; se lo ha detenido en innumerables oportunidades; ha sido difamado por los mass media; le han sido confiscados decenas de miles de libros y material de trabajo más veces de lo que uno podría contar -dejándolo en la ruina económica, con el agravante que tiene una hija a su cargo-; le han allanado y destruido su hogar; han dejado que los fanáticos rojos le destruyan su librería; le han prohibido impartir conferencias, etc.
Hechos estos a todas luces inconcebibles para un mundo y un siglo que se jactan de haber erradicado la intolerancia, el totalitarismo y la persecución; características propias, según estos escribas, de tiempos medievales donde imperaba el cristianismo. ¿En qué quedamos, los libros y las ideas delinquen o no?
Pero Pedro Varela siempre encuentra la forma de levantarse. Pareciera indestructible. Cada golpe asestado contra él, le significa una nueva inyección anímica que fortalece sus convicciones y le re confirma el acierto del camino elegido: espada en ristre en defensa de la Verdad desarmada.
Volviendo a lo que decíamos líneas atrás: ¿Es que acaso se han acabado los hombres buenos? No. En absoluto. ¿Hacen falta hombres buenos? Condición necesaria pero no suficiente. ¿Qué urge entonces? Expresado llanamente, hacen falta hombres buenos con un par de cojones.
He aquí Pedro Varela Geiss.
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Aunque también resulta imperativa la existencia de voluntades dispuestas a ayudar a estos hombres, en la medida de sus capacidades. Como aquel humilde portero de edificio que hace pocos meses pagó los 30.000 euros de la fianza de Pedro Varela, invirtiendo los ahorros de toda una vida –con cual iba a pagar el adelanto para comprar su primera vivienda- para liberar a una persona que apenas conocía personalmente. También hacen falta personas como los empleados de Librería Europa, que detenidos y allanados sus domicilios por el mero hecho de trabajar allí, desempeñando mayormente tareas administrativas, siguen firmes apoyando a un hombre en su peor momento. Esto, señores, se llama INTEGRIDAD.
Para finalizar esta sencilla reflexión, habrá que convenir en que si algo hemos de agradecerle a esta desgracia, es haber mostrado al mundo una vez más que los héroes aún existen y que la lucha jamás estará perdida mientras quede uno de nosotros en pié.
Gracias por darnos el ejemplo... una vez más.
Gracias por darnos el ejemplo... una vez más.
Cristián Rodrigo Iturralde
Diciembre 2016
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ResponderEliminarEn apenas dos minutos, el eurodiputado Godfrey Bloom nos explica, MAGISTRALMENTE, el fraude del sistema bancario:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=gUYBBHYV5Yg
¿Qué urge entonces?
ResponderEliminarExpresado llanamente:
¡¡¡Hacen falta hombres buenos con un par de cojones.!!!